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Esa noche me viste y te vi. Mis ojos encontraron los tuyos, dudé si acercarme o huir. Me divisaste a lo lejos, buscando una respuesta en mi expresión. Cuando notaste cómo te desnudaba con la mirada, sonreiste a medias y te mordiste los labios. Eso bastó para que me aproximara lento, pero determinadamente. En mi camino, recree una serie de escenarios contigo.

Aceleré el paso. Me detuvieron los escasos centímetros que ya nos separaban. Sentí tu deseo, te sentí a ti. Tu mano derecha recorrió mi cara y mi cuerpo, sin siquiera tocarlos. Tus dedos se posaron en mis labios y ahí se mantuvieron unos cortos segundos. Bajaste la mano y te quedaste ahí, inmóvil. Me di cuenta de lo que buscabas. Tentarme, exasperarme. Querías que cediera primero, quizás para luego sentirte menos culpable. Querías jugar, así que decidí hacerlo contigo.

Me acerqué a ti, tanto que no tenías que hacer ningún movimiento. Inhalé tu perfume, mientras tú hacías lo mismo, y hasta más. Te empinastem posaste tus brazos en mis hombros y rodeaste mi cuello con tus manos. Te aproximaste aún más. Tanto que sentiste mi miembro despertar al verse tan cerca del tuyo. Le molestaba la ropa que los separaba y a ti por igual.

Habías logrado incitarme. Conseguí tomarte de la cintura con mi mano izquierda, mientras que la derecha tanteó tu rostro. Lo acercaste aún más del mio y finalmente desistí. Levemente separaste tus labios y encontraste los míos, ansiosos. Te besé inmerso en un frenesí. Llevaba tiempo acumulando esas ganas. Mis manos abandonaron sus puestos y pasaron a tu falda. Intentaba localizar el zipper de ésta, mientras que al mismo tiempo mis dedos transcurrían tus piernas, subiendo y adentrándose cada vez más en terrenos casi prohibidos.

Te debatías entre las ganas de tenerme y no tenerme. Sin embargo, removías botón por botón mi camisa, mientras seguías besándome. Te susurraba que no te separaras de mi. Finalmente, logre mi objetivo, deshaciéndome de una de tus prendas de vestir. Luego, desprotegiste el cierre de mi pantalón. Yo ya te había abierto camino al contenido debajo de tu blusa. Disfrutaba cada milímetro recorrido. Halle la manera más práctica de deshacerme de ésta: la desgarré. Mi deseo había incrementado, lo noté.

Ahí, semidesnudos ya, tomé unos segundos para contemplar los resultados de mis esfuerzos. Sonreí de manera satisfactoria, orgulloso. Te pegué contra la pared, arrinconándote entre mi yo y las ganas de poseerte. Sonreíste, eso me divirtió. Bajé la cabeza, observando mi obra aún no terminada y me miraste, pidiendo más. Complacido, llevé mis manos al casi último estorbo. Porque eso era la ropa en ese momento: un fastidio.

Y así, empleamos un lenguaje físico. Ahí, donde las ganas sobran. Allí, donde te hago mia.

Mientras, aquí se escucha el repiqueteo de las gotas al chocar la ventana del autobús, abro los ojos y miro hacia afuera. Llueve. Tu estas sentada al otro lado, pero muy en tu mundo escuchando música desde tu móvil quizás con ese, a quien le eres infiel en mis sueños.